¿Sabes esos días en que sientes que no necesitas dormir ni comer? Esos días en que todo lo que necesitas es sacar todo eso que te escuece desde lo más hondo de ti, explotar y compartir todo lo que te irrita, te enorgullece, te obsesiona, todo. Todo bulle, todo brota. TODO. Esos días en los que echas de menos, más que nunca, haber sido el heredero universal del tío de América, el gordo de la lotería o cualquier otra gracia que te permita vivir del cuento, de tu cuento, del que tú escribas, porque sólo necesitas vaciarte, volcar toda esa información que inunda tus células y que, bien aseada y con la cara lavada, luce como una bonita historia. Y es una historia bonita porque es real, y lo es porque ha tomado forma en tu cabeza y ahora está dibujada con letras de oro, formando palabras perfectas. Palabras cosidas con mimo y esmero a pequeñas puntadas, porque no das puntada sin hilo. Tú no. Y no importa que ese hilo se entrelace y enrede, no importan siquiera los jirones porque deshaces cua...
No suelo salir a pasear. No me gusta. Lo veo una pérdida de tiempo, aunque mi médico de familia opine lo contrario y arrugue el ceño cada vez que le digo que lo de salir a andar no está hecho para mí. Que no estoy jubilado y que prefiero mi confortable sofá a pasarme estornudando toda la tarde por culpa del dichoso polen primaveral. El caso es que esta tarde, por motivos que no vienen al caso, he decidido bajar a la calle. A ver qué se cuece en el barrio. Los cincuenta primeros pasos son los peores, después como que el propio cuerpo coge inercia y ni se acuerda de que está andando. De repente y sin previo aviso, al girar la esquina, he visto algo rojo moverse. Balancearse al son de la leve brisa que decoraba la acera en medio de la calle. No he podido evitar acordarme de IT al identificar el objeto como un globo rojo. Por suerte para mí, no había ninguna alcantarilla cerca. De todos modos, varias preguntas me han acechado. ¿De quién será ese globo? O ha sido, por...