Como ya sabréis si miráis el calendario, o en su defecto el teléfono móvil, hoy es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Antes se le llamaba Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pero, francamente, el nombre es lo de menos. El hecho es que estoy triste. Sí, porque me entristece que se tenga que celebrar este día. Me explico: En esta sociedad nuestra, la que nos está tocando vivir, donde todo se tiene que respetar, la de los géneros no binarios, la del género neutro escrito con «e», la de la libertad sexual que, por si a alguien se le olvida, la empezaron los jipis en los 70 (cincuenta años hace ya, señores), que se tenga que celebrar/reivindicar un Día Internacional de algo que tendría que estar más que asumido me entristece. Y me entristece porque que se siga celebrando quiere decir que todavía hace falta que se celebre. Todavía es necesaria la pedagogía para neutralizar al patriarcado opresor que manda a las mujeres a planchar o a la cocina. Todavía existe el mal
Como su propio nombre indica