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Mostrando las entradas etiquetadas como Reflexiones

8 de marzo de 2023

  Como ya sabréis si miráis el calendario, o en su defecto el teléfono móvil, hoy es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Antes se le llamaba Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pero, francamente, el nombre es lo de menos.      El hecho es que estoy triste. Sí, porque me entristece que se tenga que celebrar este día. Me explico:     En esta sociedad nuestra, la que nos está tocando vivir, donde todo se tiene que respetar, la de los géneros no binarios, la del género neutro escrito con «e», la de la libertad sexual que, por si a alguien se le olvida, la empezaron los jipis en los 70 (cincuenta años hace ya, señores), que se tenga que celebrar/reivindicar un Día Internacional de algo que tendría que estar más que asumido me entristece. Y me entristece porque que se siga celebrando quiere decir que todavía hace falta que se celebre. Todavía es necesaria la pedagogía para neutralizar al patriarcado opresor que manda a las mujeres a planchar o a la cocina. Todavía existe el mal

Sutiles

  Es jodido eso de escuchar voces en tu cabeza.  (No seas exagerado).  Al principio no son voces, ni siquiera es algo entendible. Son ruidos que suelen aparecer cuando estás solo. Preferiblemente en casa. En un inicio uno se ralla, piensa que hay alguien, o peor, algo merodeando por ahí. Luego la razón toma el control diciéndote que es la vieja casa donde la madera cruje por el cambio de temperatura brusco, o el viento colándose por entre las ventanas.     Uno normaliza escuchar cosas que realmente no están. Y es eso lo que da miedo. Una vez lo has normalizado aparecen los susurros. Como cuchicheos de niños pequeños. Algo sin sentido que aparece de la nada. Algo aparentemente inocente que va cobrando nitidez cuando las horas de sueño escasean.  (Y lo entretenido que estás ahora ¿qué?).    Los cuchicheos duran poco y la claridad llega de repente. Empieza con palabras sueltas. Primero, mi nombre. Qué ridículo me veo ahora buscando quién me llamaba, cuando quien lo hacía estaba dentro y n

Palabras

Me miras de soslayo al tiempo que calculas tus posibilidades. Tanto me deseas que no percibes que te observo altivo desde mi pedestal sin importarme ni tú ni tus ganas.      Me mantengo rígido, incómodo ante tu insistencia en pasearte por delante de mí como si yo no importara, solo soy un objeto para ti.      ¿De verdad crees que no voy a notar ese dedo que deslizas por mi espalda?      Oh, sí, eres sutil, pero no intangible.      Me olfateas cual cachorro curioso, se te hace la boca agua, lo sé, lo percibo incluso antes de ver cómo te muerdes el labio. Apostaría a que estás a punto de babear.    Si pudieras me devorarías aquí mismo. He visto esa mirada tantas veces que podría reconocerla en la oscuridad.      Cada vez estás más cerca, no tengo vía de escape, me respiras, deslizas tus manos sobre mí sin que pueda hacer nada por evitarlo.    Me destapas con avidez, con el ansia descontrolada de quien lleva años esperando, casi podría decirse que toda una vida. Me abrazas y

Inútil

Se propuso no volver a estar triste ni deprimido. A valorarse, a creer en sí mismo. Tenía la firme intención de aprovechar cada momento, por pequeño que fuera, y evitar lamentarse de su desdichada suerte y todo lo malo que le sucedía. Ese era su objetivo y hasta en eso fracasó.      No se levantó de buen humor, como de costumbre, y aunque eso no fuera nada reseñable, fue lo suficiente como para recapacitar en lo que se había convertido su vida. Un par de cajas de pizza vacías le esperaban encima de la mesa que, ignoradas con gran maestría, reposaban hasta que alguien se dignara a recogerlas. Ese alguien iba a ser él, pero ahora no podía pensar en otra cosa que no fuera en su café matinal. Mientras esperaba a que se calentara la cafetera se decía mentalmente «no tienes ni puta idea de nada, inútil de mierda». Siempre se trataba con el mayor de los respetos y de la manera más motivacional posible. Él era así, pura positividad.      Cuando la cafetera por fin decidió regalarle el ansi

Cámara nueva

      —Probaré mi cámara nueva —me dije, y qué mejor manera que con una foto a oscuras hecha en blanco y negro.      Conseguí preciosos contrastes, pero lo mejor de esa foto fue ese destello verde del pendrive inexistente conectado a mi portátil.   @XabiGarza   Foto de Daniel Putzer en pexels  

Embelesado

Quedé embelesado al mirarla sentada frente a mí, tanto que se me derritió el hielo imaginario de mi whisky on the rocks.      Todo mereció la pena, la gabardina, el sombrero, alquilar el bar entero con billetes del Monopoly.      Todo por verla por última y primera vez. Todo por ese suspiro justo antes de volver al manicomio.     @XabiGarza   Foto Cottonbro en Pexels  

Cuéntame

Cuéntame que todo irá bien, que todo pasará mientras me acaricias y mi cabeza reposa en tu regazo.    Cuéntame que todo es una pesadilla y que al despertar te tendré a mi lado por siempre.    Cuéntame que ni mi soledad podrá gritar tan fuerte como para acallar todo el amor que te proclamo cada día y que encenderán mis luces cuando la tristeza me las apague a escondidas.    Cuéntame todo eso y mil cosas más, vida mía, que mientras te escucho mi alma vuela encima de cada una de las palabras que recitas.   @XabiGarza

Inmóvil

  Se quedó quieto, de pie e inmóvil sin poder apartar la vista de las llamas que, lentamente, consumían la madera que ardía.   Pasó apenas un minuto, o tal vez un par de horas, quién sabe. Pero ahí estaba intentando descifrar los secretos que la lumbre, anaranjada y blanca, le susurraba con su vaivén.       @XabiGarza

El bordador de historias

¿Sabes esos días en que sientes que no necesitas dormir ni comer? Esos días en que todo lo que necesitas es sacar todo eso que te escuece desde lo más hondo de ti, explotar y compartir todo lo que te irrita, te enorgullece, te obsesiona, todo. Todo bulle, todo brota. TODO. Esos días en los que echas de menos, más que nunca, haber sido el heredero universal del tío de América, el gordo de la lotería o cualquier otra gracia que te permita vivir del cuento, de tu cuento, del que tú escribas, porque sólo necesitas vaciarte, volcar toda esa información que inunda tus células y que, bien aseada y con la cara lavada, luce como una bonita historia. Y es una historia bonita porque es real, y lo es porque ha tomado forma en tu cabeza y ahora está dibujada con letras de oro, formando palabras perfectas. Palabras cosidas con mimo y esmero a pequeñas puntadas, porque no das puntada sin hilo. Tú no. Y no importa que ese hilo se entrelace y enrede, no importan siquiera los jirones porque deshaces cua

Mi derrota

    Siempre me he considerado un tipo fuerte, de esos que los más leídos llaman «aguerrido». Tampoco un gladiador, pero capaz de ofrecer batalla en los momentos menos esperados. Eso era lo que pensaba; pero todo cambió en un suspiro. Fue entonces, y sólo entonces, cuando me di realmente cuenta de lo que supuso esa mirada.      Me desarmó completamente sin siquiera rozarme. Resquebrajó mi armadura de una manera tal que ni el propio Atila hubiera conseguido. De dentro hacia fuera. Imposible detener ese ataque que nacía y moría en mí. Qué gran estrategia. Qué genialidad tan perversa.      Esa sutil mirada suya, casi de soslayo me atrevería a decir, fue capaz de derrotar toda mi defensa de un solo plumazo. Sin premura ni premeditación. Sin avanzadilla ni trinchera divisable. El otoño en sus ojos me elevó por los aires mientras seguía clavado en el suelo. Para mi sorpresa, ella ni siquiera fue consciente de ello.      Quedé expuesto y vulnerable por su furtivo y despiadado ataque