No suelo salir a pasear. No me gusta. Lo veo una pérdida de tiempo, aunque mi médico de familia opine lo contrario y arrugue el ceño cada vez que le digo que lo de salir a andar no está hecho para mí. Que no estoy jubilado y que prefiero mi confortable sofá a pasarme estornudando toda la tarde por culpa del dichoso polen primaveral. El caso es que esta tarde, por motivos que no vienen al caso, he decidido bajar a la calle. A ver qué se cuece en el barrio. Los cincuenta primeros pasos son los peores, después como que el propio cuerpo coge inercia y ni se acuerda de que está andando. De repente y sin previo aviso, al girar la esquina, he visto algo rojo moverse. Balancearse al son de la leve brisa que decoraba la acera en medio de la calle. No he podido evitar acordarme de IT al identificar el objeto como un globo rojo. Por suerte para mí, no había ninguna alcantarilla cerca. De todos modos, varias preguntas me han acechado. ¿De quién será ese globo? O ha sido, porque ahora, all
Como su propio nombre indica