Nadie habla de lo triste que es, en realidad, la Navidad. Y es que parece que en Navidad todo es amor y armonía. Felicidad y buenos propósitos. La gran pantomima hecha realidad. Las mismas personas que en tu trabajo, en tu día a día, en tu propia familia, te están criticando o inventando mentiras acerca de ti, son las mismas que con la sonrisa más majestuosa y falsa te sorprenden deseándote unas buenas fiestas. Gente con la que ni siquiera has cruzado dos palabras en todo el año, ahora te desean las mejores de las suertes para Navidad. Esa gente, ese tipo de gente hipócrita que se ve obligada a felicitarte las fiestas es la que contribuye a la mentira. No es cierto que en Navidad haya que estar feliz. No lo es y hay que decirlo. Tampoco digo que se tenga que ser el Grinch, digo que en Navidad hay que estar como hay que estar; ni más ni menos, no feliz por convenio. Y es que uno no puede estar feliz si le diagnostican un cáncer terminal. «Hombre, no estés triste, jolines. Hay
Como su propio nombre indica