Este relato fue presentado a la antología Invasiones planetarias, cuyo premio fue considerado desierto
Ha pasado tanto tiempo que ya ni recuerdo cuándo vinimos. Tal vez hayan pasado seis o siete pársecs, aunque a mí me parecen veinte. En cualquier caso, demasiados a mi modo de ver. Pero tengo una misión que cumplir, tenemos una misión que cumplir. Me niego a admitir que todos estos años invertidos no han servido para nada, pero mi tiempo se acaba, sigo sin recibir la señal y me empiezo a preocupar.
Las órdenes fueron claras, infiltrarnos en la especie humana, hacernos pasar por iguales y aumentar en su escala de poder. Tuvimos que adoptar sus asquerosas formas y sus costumbres. Aprender su lengua, idiomas los llaman, fue más fácil que simular ser ellos. Al tener la habilidad de adquirir la forma de cualquier ser vivo que toquemos, podemos hacernos pasar por ellos, el único inconveniente es que sólo puede ser por tiempo limitado, y el mío se está agotando.
Una vez infiltrados, debimos escalar en el poder de cada una de sus naciones, o al menos de las más poderosas, para convencerles de que se estaba produciendo algo muy alarmante, un hecho que no solía pasar a menudo, un acontecimiento que crearía una alarma social y sanitaria sin precedente, una pandemia a escala mundial. Tuvimos que desarrollar un virus en 2019 que provocaba la muerte colapsando los pulmones. Fue de lo más simple, nuestra saliva resultó muy útil a tal efecto, y tras pensar mucho el nombre del virus, lo bautizamos como COVID19. Inventamos darle significado a ese nombre con tal de que para los humanos cobrara sentido, pero en realidad COVID significa saliva en nuestra lengua.
Tras un año de tenerlos asustados, encerrados y privados de libertad, decidimos sacar a la luz una vacuna (la misma bajo distintos nombres y «fabricada» en varios países) que recibieron como agua de mayo. Hay que ver lo fáciles que son de manipular los humanos, sobre todo cuando están desesperados. La vacuna les permitiría ser inmunes y recobrar la normalidad, jajaja. Ilusos.
El plan culminaría justo cuando son «vacunados», ya que no sólo lo son, sino que, además, se les inocula lo que denominados «el parámetro A» para quedarse latente en sus cuerpos. Una sustancia indetectable e infalible que, una vez activada, realiza cambios en el organismo huésped, atacando el lóbulo frontal y controlando la voluntad del sujeto.
Todo eso ha salido a la perfección, sólo espero poder activarlo antes de que llegue mi hora. Lo que ahora me preocupa es el hecho de que no tengo noticias del comandante desde hace un par de pársecs. De hecho, ni del comandante ni del General. ¿Habrá sucedido algo en Tesno? Por Tymora, espero que no, pero ¿y si hubiera pasado…?
—Señor presidente —me sacan de mi embobado estado esas palabras pronunciadas desde la puerta entreabierta—. El Air Force One le espera, señor presidente.
—¿Eh? Oh, gracias, estaba pensando en… esto… ¿cómo te llamabas, hijo?
—Will. Mi nombre es Will, señor Biden. Digo, señor presidente. —balbuceó el pobre chico y se sonrojó al ser consciente de su atrevimiento.
—Está bien, está bien. No te preocupes, Will. Ahora voy. —respondí mientras le sonreía paternalmente.
Will cerró la puerta tras de sí y yo me recliné en el sofá. Pobrecillo, la que le espera. A él y a todos los repugnantes humanos. Insectos a mis ojos y a los de mi especie. En cualquier caso, ya era hora de tomar cartas en el asunto y llevar la iniciativa, pero a falta de órdenes claras no me puedo arriesgar a precipitarme. Lo meditaré durante el viaje y lo consultaré con los demás. Todos están preocupados, y es normal dada la gravedad de no tener noticias. Es todo demasiado extraño, lo teníamos todo calculado. La anterior vez fallamos. La primera expedición falló en su intento hará cien años. Ya me estoy acostumbrando a contar en años terrestres, creo que mi nivel de infiltración roza la excelencia. Por aquel entonces, culpamos a los españoles de algo que denominamos gripe española, somos unos linces para poner nombres, y aunque se produjeron más de cincuenta millones de muertes, no pudimos controlar «el parámetro A» y el general ordenó la retirada. El virus desapareció tal y como había aparecido, como si nada, igual que lo hicimos nosotros, en absoluto silencio y discreción; como si no hubiera pasado nada.
En fin, tengo que irme ya, no quiero que sospechen, aunque con lo simples que son, no creo que lo hagan incluso si me vieran con mi forma original. Además, son tan primitivos estos humanos, que todavía siguen viajando en aviones. Aviones, por favor. Se merecen una invasión inminente, por bárbaros, por insignificantes, por creerse la cúspide de la pirámide evolutiva, por cargarse su planeta sin importarles una mierda.
Conteste, general, por favor, conteste y pongamos fin a todo esto. Culminemos su plan de una vez por todas.
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