Ir al contenido principal

Me costó abrir los ojos

 

Me costó abrir los ojos, de hecho, cada vez me costaba más. Estaba exhausto, sin ánimo; pero a la vez nervioso, angustiado, y no sabía por qué. Quizá fuera ansiedad, quién sabe. La verdad era que no podía seguir así. Estaba aturdido y el corazón me latía como si acabara de terminar una maratón. Estiré mi brazo derecho y giré la mano hacia mí. La palma me miraba y los dedos tiritaban sin que yo tuviera un ápice de frío. ¿Qué me pasaba? ¿Podía ser stress? Tal vez fuera eso. El incipiente dolor de cabeza no ayudaría a sobrellevar el día, pero era lo que me había tocado en suerte. Qué le vamos a hacer.

    Decidido a revertir la situación salí del cuarto y bajé al comedor. Busqué a Karen por todos lados, no estaba. Eso me hizo sospechar ya que sus llaves seguían colgadas del llavero. Todo estaba en silencio, demasiado en silencio quiero decir. Ni un ruido en casa ni en la calle. Ni un vecino enfadado ni unos niños refunfuñando por cualquier reprimenda, nada. Seguía sin entender, aunque mi estado de lucidez no estuviera cien por cien operativo. Aunque eso no impidió que mis nervios fueran en aumento mientras mi corazón no paraba de bombear sangre rápidamente. Los sudores no tardaron en invadir mi frente para, posteriormente, hacer lo propio con todo mi cuerpo. Debía mantener la calma. Debía haber una explicación para todo eso. Seguro.

    Me aproximé a la ventana del comedor y aparté la cortina. Al otro lado, nadie. En la calle no había nadie. Por no haber no había ni coches aparcados, ni pájaros en los árboles, y me atrevería a decir que ni siquiera había moscas rondando la fruta podrida que asomaba por el cubo de la basura de los vecinos. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde narices se había ido todo el mundo? Me alarmé. Mis instintos se pusieron rápidamente en alerta y mi cada vez más viejo corazón apenas podía seguir el ritmo de mis pensamientos. Quise salir a la calle, pero la puerta estaba cerrada. Fui a por las llaves de Karen y ya no estaban. Sí, las mismas que instantes antes había visto colgadas ya no estaban. Mis ojos casi se salen de sus cuencas. No podía ser, las acababa de ver. Desconcertado quise pensar en hacer algo, pero qué; nada de eso tenía sentido. De repente a lo lejos escuché:

    —Tom, a comeeeer. —Era Karen, era su voz. La reconocí al instante. Volví a abrir los ojos. ¿Os he dicho que cada vez me costaba más? Esta vez pero, algo más tranquilo. Su voz me tranquilizó mientras fui a su encuentro.

    —Venga, toma, glotón —me dijo mientras me acariciaba el lomo. Yo empecé a ronronear y a frotarme en su pantalón a modo de agradecimiento. Había traído un pienso nuevo que desprendía un olor francamente delicioso. No tenía manera de explicarle el sueño tan raro que acababa de tener, aunque, bien mirado, a quién le importa lo que sueña un gato.


@XabiGarza

Comentarios

  1. ¡¡Hola Xabi!!

    Me ha fascinado el final, ¡Jajaja! ¡¡Es un gato, qué bueno!! :D

    Te confieso que conforme iba leyendo pensaba que el protagonista estaría muerto o soñando, pero en ningún momento me imagine que podría ser un animal.

    Me ha encantado tu relato, enhorabuena. Siempre es un gustazo leerte :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El bordador de historias

¿Sabes esos días en que sientes que no necesitas dormir ni comer? Esos días en que todo lo que necesitas es sacar todo eso que te escuece desde lo más hondo de ti, explotar y compartir todo lo que te irrita, te enorgullece, te obsesiona, todo. Todo bulle, todo brota. TODO. Esos días en los que echas de menos, más que nunca, haber sido el heredero universal del tío de América, el gordo de la lotería o cualquier otra gracia que te permita vivir del cuento, de tu cuento, del que tú escribas, porque sólo necesitas vaciarte, volcar toda esa información que inunda tus células y que, bien aseada y con la cara lavada, luce como una bonita historia. Y es una historia bonita porque es real, y lo es porque ha tomado forma en tu cabeza y ahora está dibujada con letras de oro, formando palabras perfectas. Palabras cosidas con mimo y esmero a pequeñas puntadas, porque no das puntada sin hilo. Tú no. Y no importa que ese hilo se entrelace y enrede, no importan siquiera los jirones porque deshaces cua...

Me enfadé, por cortesía de @Trying_Mom

La verdad es que no sé qué hago yendo. Que vaya, dice Manel. Ha sido todo un detalle invitarme a asistir, igual de grande que el de Laura pidiéndome que la acompañara en esto. Es mayorcita, 27 años cumplirá el mes que viene, no obstante, agradezco tanto que cuente con mi opinión… Porque sí, claro, yo estoy sólo por acompañarla, pero, al fin y al cabo, soy la madre de la artista, nadie velará por sus intereses como yo, diga Manel lo que diga y por muy cariñoso y amistoso que se muestre, que esto no deja de ser su trabajo, un trabajo como otros. Que sí, que muy amable y muy simpático, pero mi niña es otro negocio para él. Y ella lo sabe, ¿eh? ¡Vaya que si lo sabe! En primer lugar, porque no es tonta, sólo es joven. En segundo, porque ya me he encargado de recordárselo todas las veces que tan solícito ha venido a casa para reunirse con ella. Tanto antes de que llegara como después de que se fuera. Debe estar asustada e impresionada porque, lejos de decirme que ya lo sabe y que deje de s...

Mariví tiene un plan

Este relato fue presentado a la Antología Serie B, cuyo premio fue considerado desierto. El despertador marcaba las 8:35 de la mañana cuando un tenue rayo de sol se colaba por la rendija de la persiana e impactaba en la cara de Mariví. Maldijo no haberla cerrado del todo bien horas antes, pero quién se iba a fijar en eso a las cuatro de la madrugada.      A su lado, Ernesto seguía roncando con la misma sutileza de un tractor ruso de postguerra mientas ocupaba dos tercios de la cama. Sin mucha opción viendo el panorama que se le avecinaba, Mariví decidió dar por concluida su duermevela y levantarse, a fin de cuentas, hoy era el día, hoy era Navidad.      Se había quedado hasta tarde haciendo canelones. Hirviendo las obleas en su punto, escurriéndolas para después rellenarlas con carne picada con el 1,2,3 picadora Moulinex que conservaba desde tiempos inmemorables, para finalmente bañarlo todo con la bechamel que preparó con tanto esmero. Luego, un tej...