No hay instrumento que peine mi alma y desenrede mi mente como lo consigue un buen piano tocado con suavidad y sentimiento. Es el único que logra calmar mi caos interno, o al menos, se acerca a ello.
Sus delicadas notas me acarician por fuera, pero sobre todo por dentro, traspasando mi piel y mis sentimientos, desarmándome salvajemente y haciéndome vulnerable al resto de la gente.
Y precisamente eso, eso que tanto miedo me da y que tan difícil es, hace que me derrita y me libere, que pause mi mente y todo lo que en ella cabe, que un manto de luz blanca y azul me envuelva en un lugar tan puro y mágico que ni las cabezas más prodigiosas puedan imaginar.
Sin espacio ni límite.
Sin dolor ni llanto.
Sin pena ni remordimiento.
Simplemente las notas del piano y yo. Cerrar los ojos y sentir cómo las notas se me cuelan por cualquier recoveco y lo invaden todo con su majestuosidad. Arpegios, acordes, notas conformando melodías que se instalan en mí y juegan al escondite con mis sentidos y mi ilusión, como niños jugando en un verde prado a pleno sol, alegres, divertidos y felices.
Siempre quise saber tocar el piano, pero tal vez la vida tenía otros planes para mí.
Estoy convencido de que los tenía, aunque no sepa muy bien cuáles son. Ojalá algún día alguien pueda sentir algo semejante a lo que yo siento al escuchar ese perfecto sonido, y ojalá sea leyendo algo de lo que escribo.
Oh♥️Me encanta el piano, aprendí a tocarlo de manera autodidacta, nunca lo daré dominado (pues no tengo la constancia, ni la paciencia necesaria) pero me hace feliz lo poco que doy hecho en él. Compararlo con la escritura es un acierto total ✨
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