Ir al contenido principal

Palabras

Me miras de soslayo al tiempo que calculas tus posibilidades. Tanto me deseas que no percibes que te observo altivo desde mi pedestal sin importarme ni tú ni tus ganas.

    Me mantengo rígido, incómodo ante tu insistencia en pasearte por delante de mí como si yo no importara, solo soy un objeto para ti.

    ¿De verdad crees que no voy a notar ese dedo que deslizas por mi espalda?

    Oh, sí, eres sutil, pero no intangible.

    Me olfateas cual cachorro curioso, se te hace la boca agua, lo sé, lo percibo incluso antes de ver cómo te muerdes el labio. Apostaría a que estás a punto de babear.

   Si pudieras me devorarías aquí mismo. He visto esa mirada tantas veces que podría reconocerla en la oscuridad.

    Cada vez estás más cerca, no tengo vía de escape, me respiras, deslizas tus manos sobre mí sin que pueda hacer nada por evitarlo.

   Me destapas con avidez, con el ansia descontrolada de quien lleva años esperando, casi podría decirse que toda una vida. Me abrazas y me enerva la seguridad que muestras, tienes claro que nada ni nadie conseguirá apartarte de tu objetivo.

    Me sonsacas el nombre y una sucinta explicación sobre a qué me dedico que te relato no sin reticencia.

    Para mi sorpresa, has decidido dejarme tranquilo después de todo, pero volverás, estoy seguro. No es la primera vez que inicias una maniobra de aproximación, y ahora que has llegado más lejos que nunca sé que volverás.

   No alcanzo a entender por qué yo, somos muchos aquí, cualquiera estaría encantado de ser el elegido. No soy el más alto ni el más cuadrado, ni siquiera soy el que tienes más cerca. Había oído referencias sobre tus caprichos; por lo visto, son ciertas.

    Tu jueguito se repite noche tras noche. Inasequible al desaliento te acercas, me acaricias, me olfateas y me abrazas.

    Y, noche tras noche, vas consiguiendo hacer de mí lo que quieres.

    Aún no sé cómo ha pasado, pero, de pronto, estoy contándote toda mi vida. Poco a poco vas deshojándome, descubriendo cada misterio que tan celosamente guardaba en mi interior y, tras cada uno de ellos, te sientes más dueña y señora de mi historia.

    Te reconozco que, tras tantas veladas compartidas, me siento tan tuyo que cada vigilia sin recibir tu visita me produce un extraño desasosiego. Sería capaz de inventarme aventuras, amores y desamores, alegrías y penas con tal de volver a ver cómo te humedeces ligeramente un dedo antes de tocarme.

    Extraño tus manos deslizándose sobre mí, tu delicada manera de pasar mis páginas, la profunda inspiración que realizabas al alcanzar cada una de ellas y el suspiro que se te escapaba al terminarlas.

    Ahora añoro hasta el apestoso humo de esos cigarrillos baratos que fumabas a pesar de que amarilleaba mis hojas.

 

 

@XabiGarza

Comentarios

  1. Muchas gracias, Nohe, me honras con tu comentario.
    Y muchas gracias también por pasarte por aquí.

    ResponderEliminar
  2. Hola Xabi! Me gustan mucho tus relatos y como escribes, es un lujo leerte. Está muy interesante el contenido de tu blog, te sigo! Un saludo :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Heartlady!
      Qué alegría me das, sin los lectores no somos nada.
      Un saludo :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El bordador de historias

¿Sabes esos días en que sientes que no necesitas dormir ni comer? Esos días en que todo lo que necesitas es sacar todo eso que te escuece desde lo más hondo de ti, explotar y compartir todo lo que te irrita, te enorgullece, te obsesiona, todo. Todo bulle, todo brota. TODO. Esos días en los que echas de menos, más que nunca, haber sido el heredero universal del tío de América, el gordo de la lotería o cualquier otra gracia que te permita vivir del cuento, de tu cuento, del que tú escribas, porque sólo necesitas vaciarte, volcar toda esa información que inunda tus células y que, bien aseada y con la cara lavada, luce como una bonita historia. Y es una historia bonita porque es real, y lo es porque ha tomado forma en tu cabeza y ahora está dibujada con letras de oro, formando palabras perfectas. Palabras cosidas con mimo y esmero a pequeñas puntadas, porque no das puntada sin hilo. Tú no. Y no importa que ese hilo se entrelace y enrede, no importan siquiera los jirones porque deshaces cua...

Me enfadé, por cortesía de @Trying_Mom

La verdad es que no sé qué hago yendo. Que vaya, dice Manel. Ha sido todo un detalle invitarme a asistir, igual de grande que el de Laura pidiéndome que la acompañara en esto. Es mayorcita, 27 años cumplirá el mes que viene, no obstante, agradezco tanto que cuente con mi opinión… Porque sí, claro, yo estoy sólo por acompañarla, pero, al fin y al cabo, soy la madre de la artista, nadie velará por sus intereses como yo, diga Manel lo que diga y por muy cariñoso y amistoso que se muestre, que esto no deja de ser su trabajo, un trabajo como otros. Que sí, que muy amable y muy simpático, pero mi niña es otro negocio para él. Y ella lo sabe, ¿eh? ¡Vaya que si lo sabe! En primer lugar, porque no es tonta, sólo es joven. En segundo, porque ya me he encargado de recordárselo todas las veces que tan solícito ha venido a casa para reunirse con ella. Tanto antes de que llegara como después de que se fuera. Debe estar asustada e impresionada porque, lejos de decirme que ya lo sabe y que deje de s...

Sutiles

  Es jodido eso de escuchar voces en tu cabeza.  (No seas exagerado).  Al principio no son voces, ni siquiera es algo entendible. Son ruidos que suelen aparecer cuando estás solo. Preferiblemente en casa. En un inicio uno se ralla, piensa que hay alguien, o peor, algo merodeando por ahí. Luego la razón toma el control diciéndote que es la vieja casa donde la madera cruje por el cambio de temperatura brusco, o el viento colándose por entre las ventanas.     Uno normaliza escuchar cosas que realmente no están. Y es eso lo que da miedo. Una vez lo has normalizado aparecen los susurros. Como cuchicheos de niños pequeños. Algo sin sentido que aparece de la nada. Algo aparentemente inocente que va cobrando nitidez cuando las horas de sueño escasean.  (Y lo entretenido que estás ahora ¿qué?).    Los cuchicheos duran poco y la claridad llega de repente. Empieza con palabras sueltas. Primero, mi nombre. Qué ridículo me veo ahora buscando quién me llamaba, ...