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Me costó abrir los ojos

  Me costó abrir los ojos, de hecho, cada vez me costaba más. Estaba exhausto, sin ánimo; pero a la vez nervioso, angustiado, y no sabía por qué. Quizá fuera ansiedad, quién sabe. La verdad era que no podía seguir así. Estaba aturdido y el corazón me latía como si acabara de terminar una maratón. Estiré mi brazo derecho y giré la mano hacia mí. La palma me miraba y los dedos tiritaban sin que yo tuviera un ápice de frío. ¿Qué me pasaba? ¿Podía ser stress? Tal vez fuera eso. El incipiente dolor de cabeza no ayudaría a sobrellevar el día, pero era lo que me había tocado en suerte. Qué le vamos a hacer.      Decidido a revertir la situación salí del cuarto y bajé al comedor. Busqué a Karen por todos lados, no estaba. Eso me hizo sospechar ya que sus llaves seguían colgadas del llavero. Todo estaba en silencio, demasiado en silencio quiero decir. Ni un ruido en casa ni en la calle. Ni un vecino enfadado ni unos niños refunfuñando por cualquier reprimenda, nada. Seguía sin entender, aunqu

SI DALÍ SUPIERA, de Sara Rodrob

  Si Dalí supiera Empecé a leer esta novela sin saber de ella nada más que el título, así que no sabía a lo que me enfrentaba, pero nombrar a Dalí e ilustrarlo con una foto de una muchacha delante de una ventana me llamó la atención. Ahora sólo puedo alegrarme por haberme lanzado de cabeza.    Todo nos lo cuenta la protagonista como una reflexión en voz alta, como quien recuerda cosas que ha vivido, anécdotas de todo tipo que le han pasado, esos momentos en que un pensamiento lleva a otro, con el mismo lenguaje natural que utilizaríamos cualquiera de nosotros cuando hablamos a solas o con un amigo.     Usa expresiones muy divertidas y palabras propias de su tierra natal que aportan un tono más informal, casi diría que íntimo.     Nos pasea por la ciudad de Limoges, nos enseña sus rinconces, nos presenta a los amigos que va haciendo durante su estancia allí, entre clases y patatas fritas.     El misterio del título se descubre durante la lectura, y también una sorpresita para los seguid

Invasión

Este relato fue presentado a la antología Invasiones planetarias, cuyo premio fue considerado desierto   Ha pasado tanto tiempo que ya ni recuerdo cuándo vinimos. Tal vez hayan pasado seis o siete pársecs, aunque a mí me parecen veinte. En cualquier caso, demasiados a mi modo de ver. Pero tengo una misión que cumplir, tenemos una misión que cumplir. Me niego a admitir que todos estos años invertidos no han servido para nada, pero mi tiempo se acaba, sigo sin recibir la señal y me empiezo a preocupar. Las órdenes fueron claras, infiltrarnos en la especie humana, hacernos pasar por iguales y aumentar en su escala de poder. Tuvimos que adoptar sus asquerosas formas y sus costumbres. Aprender su lengua, idiomas los llaman, fue más fácil que simular ser ellos. Al tener la habilidad de adquirir la forma de cualquier ser vivo que toquemos, podemos hacernos pasar por ellos, el único inconveniente es que sólo puede ser por tiempo limitado, y el mío se está agotando. Una vez infiltrados, de

Feliz Navidad

No quería estar allí. De hecho, creo que ninguno de nosotros quería; pero teníamos que defender nuestro país de los invasores, o eso nos dijeron, y quien tuviera suficiente edad para sostener un fusil sería reclutado inevitablemente.     Perdí la cuenta del número de días, semanas y meses en los que estuve esquivando la muerte, mientras al final del día, en el recuento, alguno de mis compañeros, incluso algún amigo, dejaba de responder al pasar lista y llegar a su nombre. No es algo para lo que nos preparen cuando nos dan nuestra arma y nos lanzan a una muerte más que posible.     Aquella noche, en medio del fuego cruzado, el enemigo cesó su ofensiva. El olor a pólvora y tierra que aún se colaba en nuestros pulmones dejó paso a un aire bastante respirable. Nos quedamos atónitos, pasmados, mirándonos los unos a los otros y pensando en alguna treta fruto de la confianza que genera un alto el fuego. Al poco, decidimos hacer lo propio. No sé quién lo ordenó, pero en medio de la guerra