Ir al contenido principal

Entradas

SI DALÍ SUPIERA, de Sara Rodrob

  Si Dalí supiera Empecé a leer esta novela sin saber de ella nada más que el título, así que no sabía a lo que me enfrentaba, pero nombrar a Dalí e ilustrarlo con una foto de una muchacha delante de una ventana me llamó la atención. Ahora sólo puedo alegrarme por haberme lanzado de cabeza.    Todo nos lo cuenta la protagonista como una reflexión en voz alta, como quien recuerda cosas que ha vivido, anécdotas de todo tipo que le han pasado, esos momentos en que un pensamiento lleva a otro, con el mismo lenguaje natural que utilizaríamos cualquiera de nosotros cuando hablamos a solas o con un amigo.     Usa expresiones muy divertidas y palabras propias de su tierra natal que aportan un tono más informal, casi diría que íntimo.     Nos pasea por la ciudad de Limoges, nos enseña sus rinconces, nos presenta a los amigos que va haciendo durante su estancia allí, entre clases y patatas fritas.     El misterio del título se descubre durante la lectura, y también una sorpresita para los seguid

Invasión

Este relato fue presentado a la antología Invasiones planetarias, cuyo premio fue considerado desierto   Ha pasado tanto tiempo que ya ni recuerdo cuándo vinimos. Tal vez hayan pasado seis o siete pársecs, aunque a mí me parecen veinte. En cualquier caso, demasiados a mi modo de ver. Pero tengo una misión que cumplir, tenemos una misión que cumplir. Me niego a admitir que todos estos años invertidos no han servido para nada, pero mi tiempo se acaba, sigo sin recibir la señal y me empiezo a preocupar. Las órdenes fueron claras, infiltrarnos en la especie humana, hacernos pasar por iguales y aumentar en su escala de poder. Tuvimos que adoptar sus asquerosas formas y sus costumbres. Aprender su lengua, idiomas los llaman, fue más fácil que simular ser ellos. Al tener la habilidad de adquirir la forma de cualquier ser vivo que toquemos, podemos hacernos pasar por ellos, el único inconveniente es que sólo puede ser por tiempo limitado, y el mío se está agotando. Una vez infiltrados, de

Feliz Navidad

No quería estar allí. De hecho, creo que ninguno de nosotros quería; pero teníamos que defender nuestro país de los invasores, o eso nos dijeron, y quien tuviera suficiente edad para sostener un fusil sería reclutado inevitablemente.     Perdí la cuenta del número de días, semanas y meses en los que estuve esquivando la muerte, mientras al final del día, en el recuento, alguno de mis compañeros, incluso algún amigo, dejaba de responder al pasar lista y llegar a su nombre. No es algo para lo que nos preparen cuando nos dan nuestra arma y nos lanzan a una muerte más que posible.     Aquella noche, en medio del fuego cruzado, el enemigo cesó su ofensiva. El olor a pólvora y tierra que aún se colaba en nuestros pulmones dejó paso a un aire bastante respirable. Nos quedamos atónitos, pasmados, mirándonos los unos a los otros y pensando en alguna treta fruto de la confianza que genera un alto el fuego. Al poco, decidimos hacer lo propio. No sé quién lo ordenó, pero en medio de la guerra

Escribir es fácil, si sabes cómo

No sé vosotros, pero yo soy de la opinión de que un escritor tiene que saber escribir. Y ojo, aunque parezca una soberana gilipollez lo que digo, no lo es. En absoluto.      ¿A qué me refiero cuando digo que tiene que saber escribir? Bien, desde mi punto de vista va más allá de implementar correctamente palabras, frases, aplicar gramática, puntuar como es debido, tildar lo que toque y demás. ESE debería ser el punto de partida, lo mínimo exigible. «Si uno quiere ser escritor, debe escribir como un escritor».      Digo esto porque parece que últimamente prima, por encima de escribir bien, que se sea un contador de historias a un escritor y, por supuesto que hay que hilvanar una buena historia, pero sin descuidar todo lo demás. Si no se llega a ese mínimo, que puede ser perfectamente, «el escritor en ciernes» debe poner especial empeño en corregir lo que está mal y, sobre todo, dejarse aconsejar por alguien que, en ese momento, sepa más. Pienso que hace falta una buena cura de humild